Hace unas semanas la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz dijo que el ex Director Nacional de Educación José Pedro Mir era un «resentido social», un «simple maestro de escuela» y que el gobierno no había perdido nada con su alejamiento del cargo. En una misma línea habló de su ex subsecretario Fernando Filgueira, quien, dijo la ministra, estaba en ese cargo porque se lo había recomendado su hijo.
Más allá de la compleja relación entre docentes y gobierno, del historial de declaraciones de Múñoz, Filgueira y Mir o de los problemas puntuales que vayan surgiendo, la incapacidad que ha mostrado el Frente Amplio en la gestión de la educación evidencia algunos problemas conceptuales y políticos que, sin embargo, se dejan fuera de cualquier discusión.
Como para emitir comentarios simplones y demagógicos sobre la educación ya están la oposición, los organismos internacionales, los lobbistas mediáticos de derecha, los tecnócratas y los gurús tecnológicos, en El Opio preferimos tratar de entender un poco más como estos conflictos se enraizan en conflictos más grandes y a largo plazo que no refieren solo a la educación, sino a la propia concepción del pensamiento y la consciencia humana.
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