‘Paciencia’, la columna del politólogo Gabriel Delacoste sobre ideas viejas, raras, complicadas y sencillas.
El candombe del olvido y la poesía del porvenir.
Acorralado por el fascismo y sabiendo que pronto el se sumaría a la fila de los muertos, Walter Benjamin escribió que la revolución iba a ser una redención de los derrotados, y que un pacto secreto entre las generaciones obligaba a los que vendrían después de él a seguir.
Necesitado de entender como la revolución de 1848 había llevado al Imperio de Luis Napoleón Bonaparte, Carlos Marx se preguntaba por qué las tradiciones de los muertos pesaban como pesadillas sobre los cerebros de los vivos, y reclamaba que la revolución no sacara su poesía del pasado, sino del porvenir.
En 1979, el peor momento de la tiranía contrarevolucionaria, Alfredo Zitarrosa reclamaba al muchacho que fue, que responda, y se preguntaba si pidiendo un recuerdo se le devolvería lo perdido. El ángel había muerto, pero el candombe renacía en cada herida. Era tiempo de amar, de dudar, de pensar y luchar, de vivir sin pasado.
Para uno, la revolución saca su fuerza del odio por el sufrimiento de los abuelos (más que de la esperanza por la felicidad de los nietos). Para otro, tenemos que cortar con los fantasmas y las farsas que buscan patéticamente repetir el pasado. Para el tercero, capaz un poco de las dos cosas.
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